
Hoy, mientras viajaba en camión y miraba distraídamente por la ventana, lo vi a lo lejos. En ese instante, el autobús se detuvo, él entró y comenzó nuestro viaje juntos. Hará ya dos estaciones cuando me enamoré de él. Tan infantil, cada día que él me saludaba se convertía en un día maravilloso. Mi corazón se despertaba como las pequeñas flores en invierno, y yo ni siquiera me había dado cuenta, hasta el día en que me dijeron: "Te ves radiante". Entonces comprendí que era amor. Si un saludo podía alegrarme el día entero, aún más estar cerca de él; como el día que me abrazó al decirme en secreto que odiaba al tipo con quien teníamos clase. Ni siquiera pude dormir de la emoción. Sin querer, poco a poco se adueñó de mi pensamiento. Pero...
Me ganó el orgullo. Ese es mi mayor defecto, pretender que no necesito de nadie. En los días siguientes a darme cuenta cuanto lo necesitaba, empecé a tratarlo de forma un poco grosera. No lo saludaba, y ya ni siquiera lo miraba cuando nos cruzábamos en la entrada de la escuela. La última vez que lo vi él ya no hizo intento alguno por hablarme. Supe que me detestaba, y estaba bien si eso terminaba con la Primavera en mi corazón y dejaba que el tiempo fuera hacia atrás, al Invierno que antes hubo. Y con eso, no conseguí nada, el mismo y familiar Vacío de siempre.
Y hoy volví a verlo. Cuando entró no podía creerlo, pensé que ni siquiera me reconocería o me hablaría, pero en lugar de eso él me VIO. Se acercó a mi asiento, se sentó a mi lado y me sonrió. "Esto es... debo estar soñando", sólo pude pensar. Ni siquiera presté atención a lo que me contaba: donde estuvo, porqué se fue. Tan sólo sentía toda la Primavera de nuevo en mi corazón. Como si nada. Pero claro, entre nosotros hay y siempre habrá una barrera enorme. La verdad, no creo que yo signifique algo para él, y ni siquiera debe haberse dado cuenta de que, hace ya dos estaciones, le dio a una pequeña niña la primavera más hermosa que ha tenido hasta hoy.